domingo, 14 de julio de 2013

OJOS DE CIELO

- Autora: Milly Fernández 

- Twitter: @Selene_Arizza


- Tipo: Infinite, hetero (entre idols y fans) menores de 18 (salvo un único capítulo), serial


CAPÍTULO 1: PERDÓN SEÑOR EXTRAÑO, BIENVENIDO A MI VIDA


Mis pensamientos divagaban en el pasado, caminaban por los paisajes que apreciaba a través de los gruesos cristales de la ventana, fluctuaban entre el traqueteo del tren. Mis ojos estaban abiertos, pero mi mente se hallaba muy lejos de aquel sitio, fuera de aquel vagón y fuera de aquel momento.
-“Attention please: you are arriving to the next stop…”
La voz metálica resonó por todo el tren, alertando a algunos, despertando a otros muchos, para acabar siendo ignorada por la gran mayoría. Yo me encontraba en esa gran mayoría, para los cuales aún quedaban varias horas de viaje hasta la capital. Suspiré y continué apoyada sobre el respaldo del asiento… Recordando. “Hace diez años, todo era tan diferente…”

Hace diez años yo era una niña que apenas acababa de cumplir los nueve. Sin embargo, no soñaba con ser princesa, ni con tener caballos, ni siquiera deseaba tener los juguetes de moda. Solo deseaba ver a mis padres.
En el orfanato no me hablaban de ellos, me daban de comer, me cuidaban y me educaban con esmero junto a los demás niños, pero apenas se dirigían a mí. Lo único que me explicaron era que mis padres se habían ido lejos, tan lejos que nunca podría alcanzarles, pero ellos querían estar conmigo, y me querían. Jamás mencionaron su muerte, pero yo sabía que se trataba de eso. Nunca añadieron nada más; y yo me acostumbré a no preguntar.
Por lo general, escuchaba, atendía y estudiaba en clase. Comía bien, y leía mucho. No tenía amigos allí, no éramos muchos niños, y yo era la única chica. Ellos jugaban al fútbol y a “cosas de chicos”, de las que siempre era excluida. Me acostumbré a no hablar.
Así, me convertí en una persona silenciosa, tímida, soñadora. Con grandes conocimientos de todo y sin ninguna experiencia de nada.

Sonreí al recordar todo aquello. “Si pudiera volver atrás y hablar con mi yo pasada…”

La rutina del orfanato se vio interrumpida por la súbita aparición de Nana en mi vida un año más tarde. Ella era la hija de la cocinera jefe, una especie de madre para todos, pero que al ser yo la única niña allí, me trataba con un cariño especial, y me defendía frente a todos los demás.
La madre de Nana nos presentó enseguida y nos animó a hacernos amigas, con la excusa de que el año próximo estaríamos juntas en clase. Aunque yo fuera callada y tímida, Nana era todo lo contrario. Rápidamente comenzó a hablar y a hacer bromas, a idear planes y proponer retos. Yo reía y asentía, arrollada por su vitalidad y simpatía.
Ese verano recorrimos cada recoveco del orfanato, encontrando e inventando historias en cada rincón. Luego espiábamos a los profesores y cuidadores, intentando descubrir sus secretos y buscando respuesta a preguntas que no contestaban. Al final del día nos íbamos al ático, a contemplar las estrellas, mientras repasábamos la jornada e ideábamos nuevas aventuras.

Según se iba acercando el otoño, Nana parecía más preocupada. No pregunté, pues no solía hacerlo, simplemente esperé a que me contara qué pasaba. Sabía que no podría aguantar sin soltarlo, y así fue. Un día, a finales de septiembre, Nana se giró bruscamente y me miró desafiante.
 “- No vamos a cambiar. No nos separaremos. A partir de ahora somos hermanas. Hermanas de verdad, así que no importa donde vayamos, seguiremos estando unidas.”
-“Va-vale…”-Añadí dudosa por la súbita tensión.
-“Promételo, no nos vamos a separar.”- Sin saber muy bien lo que hacíamos nos prometimos estar juntas siempre.
Realmente, no supuso ningún problema mientras continuábamos en el instituto. Estudiábamos, comíamos e íbamos a clases juntas, nos separábamos para ir a dormir, y a la mañana siguiente nos volvíamos a ver.
El verdadero problema surgió cuando ella fue mayor de edad. Su padre trabajaba fuera, en su país natal, y la recomendó que estudiara en una universidad de allí. Tras grandes debates, dudas, enfados, y nervios, bajo la influencia de su familia, decidió hacer caso a su padre. Aquel verano viajó allí, y comenzó a estudiar arqueología e historia.
La eché mucho de menos, aunque afortunadamente nos solíamos llamar a menudo. De esa forma, los años que me quedaban en el instituto se me hicieron rápidos y ligeros. Antes casi de darme cuenta, superé bachillerato y había cumplido la mayoría de edad.
Despedirme del orfanato no se me hizo especialmente duro, pues toda la gente que realmente me importaba estaba fuera de esos muros.Me sentí libre, sin tener que seguir sus estrictas normas, libre de elegir lo que comer o la ropa que ponerme, libre para poder salir de noche, opinar y reír lo fuerte que quisiera… Ese fue el comienzo de mi vida.
Cogí el autobús hacia el aeropuerto, releyendo una y otra vez la carta que Nana me había enviado:

“¡Señorita! Ahora que por fin vas a ser libre, ¿te vendrás aquí conmigo, verdad? ¡Me siento sola! (inserte aquí pucheros/caritas tristes). Además este país es precioso, y muy interesante. Te tengo que enseñar tantas cosas… No te imaginas. Vente, vente, ¡vente ya! ¡Quiero verte!
“Te mandaré el billete de avión tan pronto como sea posible. Te reservaré para el día 24, los detalles te los digo por teléfono, eso sí, te estaré esperando aquí cuando llegues, con una gran pancarta, o mejor… ¡Una gran tarta de chocolate! Sí, creo que eso es mejor.
“Ya verás mi apartamento, te va a encantar, es muy cuco. ¡Qué ganas de que llegue el 24!”

Y así fue, me recibió con una gran tarta de chocolate, que procedimos a devorar en cuanto llegué. Ese día hubo muchos abrazos, risas y llantos y muchas historias que contar. Nuestra conversación se prolongó hasta más allá del amanecer, cuya luz llegaba hasta nosotras a través de las ventanas de su apartamento en un 30º piso con vistas magnificas.
Comencé a estudiar el idioma, y mi carrera de farmacia. Ella trabajaba para el Estado en trabajos de excavación arqueológica. La vida allí era totalmente diferente, y me encantaba.

-“Attention please: you are arriving to the next stop: Seoul.”
“Ahhh, Seúl ¿me has echado de menos? Ya he vuelto de mis vacaciones, no te preocupes.” Pensé con una sonrisa mientras me estiraba ligeramente, y tomaba un poco de aire en el andén.
-Bien…  ¡vamos allá! – Me dije a mí misma.
Comencé a caminar con fuerza hacia la salida, con una sonrisa en la cara y con energía para afrontar todo aquello se me viniera encima. Literalmente.
No caminé dos pasos cuando choqué contra alguien que iba corriendo por el andén. Resbalé y caí había atrás, desequilibrando a aquella persona que tropezó con mis pies y se abalanzó sobre mí sin poder evitar la caida. Cerré los ojos con fuerza y aparté la cara hacia un lado. Sentí como apoyaba su mano rápidamente en el suelo, frenando su cuerpo y seguidamente oí un crujido extraño. Abrí los ojos temiendo que se hubiera hecho daño, y lo encontré a varios centímetros de mí, mirándome con una expresión muy seria y adusta, que me hizo querer morir de vergüenza allí mismo.
Me quedé sin habla, su fría mirada era tan amenazante como bella. Sus ojos negros parecían no tener fondo, y eran muy grandes, aun siendo rasgados. Sus pestañas eran largas y espesas, su nariz tenía un perfil perfecto, y estaba muy bien definida, al igual que sus labios, mullidos y sonrosados. Parecían muy, muy suaves.
-Ejem…
Se incorporó fácilmente, con una agilidad tremenda, como si estuviera haciendo un paso de baile, y me cedió su mano para ayudar a levantarme.
-Ah, gracias…Lo…lo siento. ¿Estás bien?
Él me miro seriamente, volvió la cabeza hacia el tren, y volvió a mirarme seriamente. Sentí un nudo en el estómago cuando volvió hacia mí su mirada. Era alto e indudablemente guapo.
-Yo sí; mi cámara, no.
Por primera vez me fijé en la cámara profesional que llevaba colgada de su hombro. Tenía un objetivo enorme… Y la lente fracturada. Sentí cómo todo el calor de mi cuerpo subía a mis mejillas. Agaché la cabeza y le reverencié varias veces seguidas, pidiendo perdón.
Él resopló, mirando hacia otro lado. Tras unos momentos, sacó un bolígrafo y escribió algo a toda prisa en un pequeño papel. Me lo lanzó sin perder un segundo y añadió:
-Llámame el lunes sin falta, y solucionemos esto. Hoy no tengo tiempo… -Se dio la vuelta para irse, pero antes, me indicó con una mirada glacial: Asegúrate de llamar.
-Sí. Gracias.
Se alejó a toda prisa hacia el tren, sin dejar de agitar la cabeza y resoplar malhumorado. Yo cogí el trozo de papel que me había dado, allí estaba escrito su número y su nombre, con trazos rápidos y descuidados. Alcé la mirada una vez más para verle marchar, recordando nuestro abrupto encuentro, su belleza y su voz. Sonreí y me guardé bien el número de aquel hombre: Kim Myungsoo.












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