- Autora: Nina Z
- Tipo: 2PM, Nichkhun x fan, hetero, +18, serial
CAPÍTULO 5: LA CENA (2ª PARTE)
Salió
corriendo de aquella casa, lo necesitaba. Quería estar sola y llorar como una
niña pequeña. Porque realmente se sentía como una.
No
cogió el ascensor, así que bajó a toda prisa las escaleras. Sacó las llaves
rápidamente y entró en la casa.
Fue
a cerrar, pero alguien paró el proceso. Khun abrió la puerta y entró. La había
seguido, ¿por qué lo había hecho?
Los
ojos de Laura no paraban de derramar lágrimas y eso al beast idol le
entristeció. No le gustaba ver a nadie llorar, y menos si es una chica... y
menos si era ella. No sabía muy bien el por qué, pero había entablado una gran
amistad con aquella chica. Le trataba como alguien normal y no como
"Nichkhun, uno de los componentes de 2PM". En definitiva, le había
cogido gran aprecio... e incluso algo más.
Se
acercó a ella y fue a quitarle las lágrimas de los ojos, pero ella apartó el
rostro y se alejó de él.
-Khun...
no me lo pongas más difícil- más lágrimas salieron de sus ojos. Él no dijo
nada, sólo la miraba- Vete... por favor- se acercó a ella, la agarró de los
hombros y la miró a la cara. Ella se sintió tan incómoda que no pudo evitar
desviar la mirada. Para su sorpresa, no preguntó, sino que la abrazó. Como una
oleada que la inunda desde el pecho, el llanto vino sin razón a sus ojos y se
agarró a él mientras las lágrimas caían silenciosamente por su rostro. Él se
dejó caer en la pared, abrazándola, sin preguntar, sin decir nada. Olía muy
bien.
Al
poco, empezó a acariciarle la cabeza con su enorme mano, con tanta suavidad que
se sorprendió. Realmente se sentía bien.
- No
te preocupes, estoy aquí... contigo- Murmuró. Ella enrojeció y se sorprendió
por sus palabras. Era tal y como ella imaginaba que era. Enterró la cabeza en
su pecho y se quedó ahí, enroscada, con las manos agarradas a su pecho y
dejando que la abrazara. Como siempre, al pensar en la situación, sonrió,
incluso se le escapó una risilla baja, y supo que él sonreía.
-Déjame
con mi bipolaridad, ¿vale?- murmuró dándole con ambos puños en el pecho. Ni
tenía fuerzas, ni su intención era darle fuerte, y él se rió.
-Me
encanta- Abrió los ojos exageradamente y se quedó un poco tiesa, porque notó
como si se le parara el corazón al escuchar eso. Él siguió sonriendo. Al final,
se desembarazó de él de un empujón, pegándose a la pared de enfrente, y se
limpió la cara con la manga, borrando todo rastro.
-¡Me
aburro! ¡Vamos a comer! ¡Dulce!- él se rió y le revolvió el pelo.
-Yo
invito- le miró.
-Difícil
lo veo, el bizcocho ya está hecho, y no es tuyo- se sorprendió.
-¿Bizcocho?
-De
yogur- sonrió- Es mi favorito- Él se la devolvió y fueron a la cocina. Sacó el
bizcocho y se sentaron en el sofá a comer. Él se sentó espatarrado, y la agarró
del brazo empujándola para que se sentara entre sus piernas. Ella se
sorprendió, pero apoyó la espalda en su pecho.
-¡A
comer!- gritó cogiendo el primer trozo. Él se rió y cogió un trozo más grande
que el de ella- ¡Eh! ¡Eso es trampa!
-No,
yo soy más grande, necesito más- respondió escogiéndose de hombros y sonriendo
pícaramente.
-¡Y
yo estoy creciendo! Así que necesito más- trató de llevarse un cacho igual de
grande pero se desmoronó. Gimoteó. Cogió los cachitos que se le cayeron y se
los acercó a la boca. En momentos como aquellos, ella se alegró de que le viera
la cara. Abrió la boca y se lo comió de un bocado- Mmmm.
-¡Ala!
¡Qué bruta!- se rió. Le miró, con los mofletes llenos de comida y el ceño
fruncido. Él le dio un golpecito en la nariz con el dedo índice. Ella le miró
sorprendida por aquel gesto y tragó. Miró detenidamente su rostro. De cerca era
mucho más guapo. Se fijó en sus cejas. Siempre le llamaron la atención sus
cejas, porque las tiene anchas, pero le quedan bien. También, se fijó en sus
labios. Tan rosados, tan carnosos... Los labios más besables del mundo. Al
darse cuenta de lo que estaba haciendo, se miraron fijamente por un rato. Ella
apartó la mirada nerviosa, y se fue a levantar del sitio, cuando la abrazó
inesperadamente y la tumbó sobre él, de costado, con la cabeza en su pecho.
-Si
te encuentras mal, dímelo, ¿vale?- no sabía que responder. Qué tal vez jamás se
le habría ocurrido pensar que alguien como él la iba a consolar. En que nunca
pensó que alguien a quien conocía tan poco podría entenderla tan bien. O al
menos, entender lo que necesitaba. Así que se limitó a asentir y a aspirar ese
olor que, no sabía por qué, de pronto le gustaba tanto.
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