- Twitter: @HellLightwood
- Tipo: SUPER JUNIOR, EunHae (Eunhyuk x Donghae), yaoi, +18, oneshot
La primera vez que nos vimos fue, para bien o para mal, en la planta
de oncología de aquel triste e incoloro hospital. Yo tenía dieciocho años por
aquel entonces, y él, veinticuatro. Las circunstancias en las que nos conocimos
no eran las mejores.
Él pertenecía al equipo médico encargado de tratar el cáncer de
pulmón de mi padre. Se llamaba HyukJae, pero ese nombre sólo era el que rezaba
en la placa que llevaba prendida a la bata. Para los pacientes él era el doctor
Lee. Para el resto del mundo, EunHyuk. Y en algún momento de mi vida, para mí,
Hyukie.
-A su marido le quedan tres meses de vida.
Aún recuerdo ese día. La manera en que mi madre y mi hermano
rompieron a llorar. La forma en la que mis lágrimas salieron de mis ojos a
borbotones.
Recuerdo que lo odié. Él era el más joven, simpático y con más tacto
de todos los doctores, por lo que siempre lo enviaban a él a dar las malas
noticias. Que el doctor Lee se acercase a hablar con tu familia era un horrible
augurio. Sin embargo, no fui capaz de odiarlo durante mucho tiempo. Ese chico
tenía algo que te hacía sonreír, y en ese momento, las sonrisas hacían falta.
Tras el durísimo golpe que fue enterarnos del poco tiempo de vida que
le quedaba a nuestro padre, EunHyuk se acercó a DongHwa y a mí e intentó
animarnos. Cuando nos veía intentando no quedarnos dormidos en esas largas
noches en vela en las que mi padre empeoraba y alguno de nosotros debía
quedarse con él porque mi madre tuvo que conseguirse dos trabajos para pagar el
carísimo tratamiento que no había servido para nada, él se acercaba con una
taza de café bien cargado que parecía alquitrán y sabía como tal, y nos
dedicaba una sonrisa que enseñaba sus encías.
En esos larguísimos y a la vez tan breves tres meses pude conocerlo
mejor. EunHyuk solía pararse a hablar conmigo cada vez que me veía. Yo sentía
ganas de gritarle que por qué no dejaba de entretenerse e iba a intentar salvar
la vida de mi padre. De hecho, lo hice en los peores momentos. Ahora me
arrepiento profundamente de ello, porque con el paso del tiempo comprendí el
peso que llevaba cargando a los hombros y el corazón. Pero bueno, supongo que
puedo excusarme en que era joven y estaba demasiado ofuscado en mi propio dolor
como para pensar en lo horroroso que debía de ser trabajar como oncólogo.
A pesar de mis malas maneras, él era comprensivo y jamás se desanimó
por eso, así que a las pocas semanas ya sabía un pequeño trozo de su vida y él
de la mía.
Me enteré de su sueño fallido de convertirse en bailarín, de la
decepción de sus padres al enterarse de que era homosexual y de su intento de
recuperar su respeto convirtiéndose en un brillante médico. Me enteré de cada
puñalada al corazón que suponía perder a un paciente y de cómo había llorado al
saber que no podía hacer nada por salvar a mi padre. Me enteré de todo excepto
de que me quería.
Por otra parte, me fui abriendo a él poquito a poco. Le hablé sobre
mis estudios y descubrimos que ambos compartíamos la misma pasión por el baile.
Le hablé de mi sueño de abrir una pequeña academia de baile donde poder enseñar
a niños de barrios pobres. Le hablé también de mis miedos.
El día que mi padre murió, era gris y tormentoso. Era como si hasta
el clima se lo estuviese esperando, porque los días anteriores había hecho un
sol espléndido.
No fue ninguna sorpresa. Los últimos días ni siquiera podía respirar
por sí mismo y se las pasaba sedado para no enloquecer de dolor. El saber que
se iba a librar de esa horrible agonía aligeró un poco la nuestra, pero no lo
suficiente.
Cuando exhaló su último suspiro, no pude soportarlo. Salí corriendo y
me encerré en uno de los servicios del hospital. Lo más sorprendente fue
encontrármelo a él también, dejándose el corazón en angustioso llanto. Nos
abrazamos el uno al otro y me gustaría decir que en ese momento nos comenzamos
a comprender mucho mejor, pero realmente no era el momento.
La segunda vez que nos vimos fue un par de años después. Tras esa
dolorosa pérdida me había volcado totalmente en mis estudios y mi vida social
se había visto reducida al mínimo.
Esa era una de las pocas veces que me permití salir a tomar algo, más
que nada porque llevaba una semana sin apenas dormir apenas y necesitaba
despejarme y tomarme un buen café.
En un principio no lo reconocí. Se había teñido el pelo de rubio y
por primera vez lo veía con ropa normal en lugar de esa horrible y aséptica
bata blanca que tan malos recuerdos me traía. En realidad, hasta que no se
acercó a mí con su sonrisa enciosa no lo ubiqué.
Al verlo una dolorosa a la par que cosquilleante sensación se
extendió por mi pecho. En ese momento no supe reconocer qué era, me llevaría
algún tiempo más saber de qué se trataba.
Ese día nos sentamos juntos a tomar un café caliente-muchísimo mejor
que el del hospital-y hablamos de nuestras vidas.
EunHyuk me contó que estaba pensando seriamente en dejar su trabajo.
Su especialidad era muy dura y no poder salvar a sus pacientes lo destrozaba
por dentro y estaba dejando graves secuelas en su mente y alma.
Yo le confesé que odiaba la carrera que estaba realizando, pero que
no sabía que hacer con mi vida y me daba miedo salir corriendo a cumplir mi
sueño.
La conversación no duró mucho más,
porque él tenía que volver a su turno, pero antes de marcharnos intercambiamos
nuestros teléfonos y nos hicimos una foto poniendo cara estúpida para el
contacto.
Pasaron unas cuantas semanas desde entonces. Acababa de terminar mis
exámenes y si en esa época no me hubiese sentido tan perdido, hubiera salido a
celebrarlo con los pocos amigos que aún conservaba, pero preferí quedarme
descansando.
Ya me había metido en la cama y estaba a punto de quedarme dormido
cuando mi móvil comenzó a sonar. No hubiese atendido de no ser porque vi la
foto. Ahora me pregunto que hubiese pasado si no hubiese contestado aquella
noche...
EunHyuk estaba histérico. Apenas era capaz de entenderlo, porque no
se esforzaba demasiado por vocalizar y la mayor parte de sus palabras quedaban
cortadas por sus continuos sollozos e hipidos. Conseguí que se tranquilizara y
por fin entendí lo que quería decir.
Me dijo que ya no era capaz de soportarlo más, que si otro paciente
moría por culpa de su ineptitud se suicidaría. Tras esas escalofriantes
palabras me hizo la propuesta que cambiaría nuestras vidas.
-Cumplamos nuestro sueño, DongHae-ssi. Abramos esa academia de baile.
Y así me encontré haciendo planes para
llevar a cabo mis ilusiones con un casi desconocido.
La academia se inauguró el veintiocho de octubre de ese mismo año,
tan solo tres meses después de esa conversación telefónica tan perturbadora, en
uno de los barrios más chungos de Seúl.
La bautizamos con el nombre de "Monkey&Fishy Dance
Academy" y la gente solía confundirla con una pajarería.
Puedo asegurar sin miedo a equivocarme que aquellos fueron los
mejores años de mi vida, y no solo porque me ganaba la vida ejerciendo mi
pasión, sino porque lo tenía a él junto a mí.
Jamás me negué a mí mismo los sentimientos que empecé a tener por él.
Dejé que crecieran y se enredaran alrededor de mi corazón, echando raíces tan
profundas que nadie, durante el resto de mi vida, sería capaz de arrancarlos.
Nuestro primer beso fue estando borrachos, así que no guardo más que
ciertas memorias de aquello. La torpeza de nuestros labios al hacer contacto
por ejemplo. Durante los días siguientes fuimos incapaces de mirarnos a los
ojos.
Estábamos asustados. No solo éramos amigos, si no que llevábamos algo
juntos. Cualquier paso en falso podía fastidiarlo todo.
Por fin, tras unos meses de tensión, no
lo soporté y acabé por confesar lo que sentía. Jamás me arrepentí de ello.
EunHyuk correspondió con entusiasmo y siento si suena egocéntrico,
pero estoy seguro de que jamás hubo ni habrá un amor como el nuestro.
Comenzó tímidamente, pero floreció con
rapidez. Durante los primeros años fue apasionado. Una simple mirada era capaz
de prender la chispa que encendía la mecha de la pólvora que nos hacía explotar
a los dos a la vez. Estábamos seguros de que Dios había modelado nuestros
cuerpos como dos piezas de puzle complementarias, encajábamos perfectamente.
Luego aquel ardiente fuego se fue transformando en algo mucho más
profundo que se quedó grabado en nuestras almas, como lava que había arrasado
con nuestro interior y luego se había solidificado para siempre. Podíamos
hablarnos con los ojos y un simple roce de manos nos hacía suspirar. Verlo
sonreír era mi felicidad. Que él estuviera feliz era mi meta en la vida. Y creo
que lo conseguí.
Nos casamos en primavera, en una ceremonia privada a la que solo
invitamos a los más allegados. Los padres de HyukJae me concieron ese día y por
fin aceptaron a su hijo tal y como era. La boda se celebró en una pequeña playa
de mi pueblo natal, tal como a mi padre le hubiese gustado. El mar azul bendijo
nuestra unión y quedamos unidos para siempre.
Pasamos años donde lo único que tenía cabida era la felicidad y el
amor que nos profesábamos. Pero el destino nos tenía una desagradable sorpresa
preparada en el camino.
La última vez que lo vi fue, cruel ironía, en la planta de oncología
del triste e incoloro hospital.
Ese fue el secreto mejor guardado de mi compañero para toda la vida.
Que no sería para toda la vida.
La leucemia llevaba consumiéndolo durante años. Se había enterado la
misma noche en la que nuestro futuro juntos fue forjado por esa desesperada
llamada telefónica.
Por eso me había llamado, se había enamorado de mí a primera vista y
cuando se hubo enterado de su enfermedad no había querido desaprovechar el
tiempo.
Yo sabía que era frágil de salud, pero Hyukie siempre lo había
camuflado como depresiones fruto de su anterior trabajo. Cuando me enteré de la
noticia ya hacía mucho tiempo que era demasiado tarde.
Jamás entenderé las razones que lo llevaron a negarse a cualquier
clase de tratamiento, aunque me las repitió mil veces. Que quería disfrutar la
vida conmigo, no pasársela metido en un hospital esperando un milagro. Supongo
que el amor me ciega el entendimiento, porque en mi opinión, si eso le hubiese
servido para salvarse, hubiese valido la pena.
Los últimos días no lo vi consumirse como a mi padre. EunHyuk mantuvo
siempre una sonrisa porque decía que yo lo había hecho feliz cada día de su
vida.
Su última petición fue tan dolorosa de realizar.
-DongHae, no quiero seguir sufriendo. Me da miedo morir como mis
pacientes, incapaz de mantenerme cuerdo del dolor. Quiero morirme con tu
sonrisa en la mente. Prométeme que voy a morir así.
Así que cumplí con mi promesa. Seguí sus instrucciones mientras lo
miraba a los ojos, con una sonrisa en la cara y las lágrimas desbordándose por
mis mejillas. Cundo cerró sus ojos para siempre, acaricié su rostro, le dije
adiós y me marché a casa."
Termino
con mi larguísima declaración y desconecto. No me interesa lo que tengan que
decir ni ese estúpido juez ni esa panda de molestas personas que van a juzgarme
porque ellos no comprenden.
Me
han hecho sentarme en el banquillo por amor y si por ello acabo en la cárcel no
me importa. Todo lo he hecho por EunHyuk, y si mi corazón pesa más que la
pluma, habrá valido la pena...
waaaaaaaaaaaaaa, que Profundo, Realmente lo Ame, todos los Sentimientos, que belleza de Redacción, Escribes Hermoso :D ... besos y te Felicito.. simplemente HERMOSO <3
ResponderEliminarWooo super lindo....tragico y romantico....una combinacion perfecta....sigue asi
ResponderEliminarEscribes lindo...;)
Woooww realmente tienes futuro, me encanto de hecho aunke no lo crean casi llore. Te felicito sigue asi. Escribes realmente maravilloso.
ResponderEliminarEs.... precioso, estoy escribiendo este comentario con lágrimas en los ojos.
ResponderEliminarUna mezcla increible entre lo romántico y la tragedia, muy bien escrito, demasiado...
Precioso
Yo soy sensible, que sensible soy llorona. Me encanto ♡
ResponderEliminarEs hermoso :3 me encanto hay llore mucho :'(
ResponderEliminarescribes muy bien y muy bonito :3
Wooo un fic bastante genial
ResponderEliminarSentimientos encontrados e estado apuntó de llorar ��
Muy buen fanfic