lunes, 30 de abril de 2012

PRINCIPIOS Y FINALES

- Autora: Kele


- Twitter: @anus_kele


- Tipo: yaoi, menores 18, SUPER JUNIOR, serial


- NOTA: Este es un serial en el que cada capítulo irá tratando sobre una pareja distinta de Super Junior, por lo que en cada capítulo se especificará la pareja.  





CAPÍTULO 5: EL PRIMER Y ÚLTIMO CREPÚSCULO


-PERSONAJES: TODOS


Esperó. Esperó a que su pecho parase durante unos minutos, que dejase de respirar. Acarició suavemente su pelo, bajando por la cara. No parecía que lo hubiese asesinado, no, no es la forma de decirlo, si no de haberlo convertido. Parecía profundamente dormido, seguro entre los brazos de quién más le amaba. Ahora sería como él, lo bueno es que podrían estar juntos durante mucho más tiempo, pero, ¿qué había de malo? Bastante más. Tendrían que esconderse del sol como el arma mortífera que era para ellos, tendrían que tomar la sangre de otros seres, y serían perseguidos como los monstruos que eran. ¿Se volverían ambiciosos? ¿Lo querrían todo para ellos solos? No, él no creía eso. Creía que todo lo que querría tener estaba debajo su cuerpo, vestido simplemente con unos pantalones y unas deportivas viejas y de nombre Lee DongHae.
Durante un momento, dejó de mirar a DongHae para mirar el cuerpo de al lado, a la supuesta persona que había estado controlando todos los movimientos del bando vampíricos.
Ese cuerpo ya no estaba.


Las lágrimas desobedecían a su portador, que pedía de una vez que dejasen de rodar por su cara, dificultándole la visión. Pero su razón era de gran peso: su mejor amigo, su mejor compañía, sangrando, mucho peor, muerto, en sus brazos. Porque había llegado demasiado tarde. Porque solo pudo observar, luchar contra las barreras entre el cielo y la tierra y cruzar hasta ellas hasta que fue demasiado tarde.
No sabía qué hacer. Llevaba poco tiempo de ángel, solo podía emitir una luz. ¿Por qué tenía que ser tan inservible en esos momentos? Antes era fuerte, antes podía decirle con toda seguridad "hyung, no te dejaré solo", "te protegeré". Y sí, había cumplido sus promesas hasta el último día de su vida, e incluso ahora, que no se le podía tomar por vivo, corría por la ciudad en busca de qué hacer, porque iba a enmendar el error, sea como sea. Culpable, más que culpable. 
Ambos se sentían culpables de la muerte del otro, ¿menuda coincidencia, no?
De repente, se le ocurrió una idea. Demasiado descabellada, pero gracias a sus amigos sabía que los locos eran los genios. Lo había visto hacer montones de veces, no podría surgir efecto del todo, pero había encontrado esperanza. No dejaría que esa confesión de amor fuesen sus últimas palabras. 
Tumbó suavemente el cuerpo en el suelo, preparado para la genialidad-o locura-que nunca había hecho un ángel a un muerto.
Darle su poder.


No había ningún sitio prohibido para su lengua, cuando sentía que las manos del otro arañaban sin piedad su piel le daban ganas de no parar nunca, de que ese momento fuese un festín sin fin de lujuria. El otro, en medio y de su excitación se separó de él, pegándole un fuerte tortazo que resonó en aquella cueva-si a aquello se le podía llamar cueva, habitación, o sitio parcialmente cerrado-con dureza. No se quedó en su sitio, no dejaría que un simple tortazo le dominase, solo era el comienzo de la guerra entre dos cuerpo que querían saciar su sed, pero a la vez no querían ser saciados por el otros. Odio y deseo, la mejor mezcla para la atracción fatal.
Con su fino y afilado estoque, le hizo una linea de sangre en los labios que no dudó el otro en lamer de forma provocativa. En menos de lo que se podría ver, había aprisionado el cuerpo del espadachín entre la pared y el suyo, acercándose a sus labios con una sonrisa maliciosa.
-¿Eso es todo?-sus ojos brillaban como nunca, más rojos que la sangre. No le dejó contestar, le besó con agresividad, mordiendo sus labios. Su compañero no se quedaba atrás, no era todo. Clavaba sus uñas en la espalda del otro, pasándolas después por su pecho medianamente formado pero extremadamente sensual para él. Gimió cuando los colmillos de su compañero se clavaron en su cuello, abriendo de nuevo un caminito de sangre que no dudó en chupar durante un tiempo, su cuello se echó para atrás automáticamente, dejando más espacio a esos colmillos que tanto placer le habían dado durante más noches.
Empujó el cuerpo como si fuese basura, mirándole con desprecio, cogió el estoque de nuevo y lo clavó suavemente en su cuello, señal de amenaza.
-Eres mío. ¿Entiendes? ¿Eso es todo, YeSung? No tendrás nada más que decir-apretó con más fuerza el estoque, lo lamió como si la mezcla del metal con la sangre fuera lo más exquisito, al menos, para él lo era. Miró a su compañero de juegos sin reprimir el deseo de que esa pelea continuase, que no le dejase ganar tan pronto.


¿Ahora que harás? Ya te he sacado de aquí, de su guarida. Le he matado por ti, he hecho algo impensable para mí, nunca había probado la sangre de un híbrido como lo hice hace unos momentos. Nunca te lo diré, es un secreto del que yo me sorprendo haber hecho: KiBum y yo nos conocíamos de antes, de mucho antes de llegar a ser lo que soy ahora, en los tiempos dónde creía que vampiros, ángeles e híbridos solo eran mitos de alguien muy aburrido y con muchísima imaginación. E incluso después del primer ataque de ellos, después de darnos a los dos la segunda oportunidad, seguimos sin separarnos. Roces, los hubo, fue con él que descubrí que la sangre de mi misma raza me descontrola mucho más que otra, aunque no me sacie tanto como la de un humano como tú. Yo también era del grupo de vampiros, de los "malos", como quieras llamarlo. Creyeron que éramos vampiros puros, pero no llegamos ninguno al campo de batalla. A mí me tocó entrenar a los convertidos, y a él ser la parte del cerebro de todo el bando, lo que nos separó más. Fue esa persona que me habló de ti, me habló del todo grupo. Te espié, no te creas que es obsesivo, solo acompañaba al otro, pero me llamaste demasiado la atención. Más tarde, él fue capaz de participar en las cruzadas nocturnas y yo me fui por mi camino, libre. Se pensarán que estaría muerto, menos KiBum. Había avanzado mucho, muchísmo más que yo. Había conseguido ser uno de los cabecillas, apodado el Titiritero. Unas cuantas figuras en forma de vampiros, unos palos, una maqueta de la ciudad y podía controlar todo el bando sin necesidad de ser entrenados. O peor de todo, controlar a los humanos, los que estuvieron cerca de ser convertidos pero el amanecer los salvó. No sé nada más de ellos, por esos días, ya me había decidido en protegerte en secreto para tener las puertas del cielo abiertas.
Ya queda poco tiempo, el azul marino del cielo se va debilitando, y tú sigues alerta. Éramos los unicos, la entrada al subsuelo estaba escondida, un punto estratégico para escapar. Caminaste por delante, ya comprendí por qué estabas tan alerta.
Luz. Un gran foco de luz. Y a lo lejos, el cuerpo de dos compañeros. Uno vivo, y el otro muerto. Te quedaste sorprendido, quieto, en shock. No me atrevía a mirar, esa luz era demasiado pura para el contacto directo con mis ojos. Corriste, echando la última mirada para atrás. No te seguía, te seguiré en las sombras, en un lugar seguro para mí.
-KyuHyun-grité, antes de deslizarme entre la poca oscuridad que quedaba.


Tengo que encontrarle. ¿Dónde se ha ido ese niño? Por otro lado, no podía parar de pensar en lo ocurrido en el edificio, en medio de la oscuridad. ¿Por qué tenía que haber recordardo eso? ¿No podía haber recordado quién era, si tenía algún sueño, habilidad especial, algo parecido? Al contrario, solo me acordaba que el muchacho que me habló, me abrazó y me pidió disculpas es un chino que una vez tuve una fuerte amistad y luego se fue. La próxima vez que le vea, le pegaré un puñetazo. Lo prometo.
Quería que mi corazón latiese con fuerza por todo el esfuerzo que hacía para encontrar a alguien. Después del mar de oscuridad, la calle se había quedado completamente vacía, casi entrecerraba los ojos por haberme acostumbrado tanto a la oscuridad.
Sin saber por qué, mi corazón se paró. No me llegaba el aire. Pero los recuerdos iban y venían como viento entre los árboles. Pensaba que terminaría ahí mismo, de rodillas en la calle, con las manos en la cabeza. No me salía la voz.
Solo.


Oculto tras una capa, sentando en una silla, en el edificio más alto de toda la ciudad, el último de los cabecillas observaba su obra de arte, acariciando su nuevo juguete, moviendo la tela que, extrañamente, se había agujereado en su corazón. Extraño, y curioso. Lo único que se podía distinguir de su cuerpo eran los ojos rojizos intensisos, que a lo lejos simplemente se veían como dos estrellas rojas que daban la nota en el cielo. Tiró de la cuerda varias veces, hasta que vio que varias personas se acercaban al lugar. De un elegante salto, fracturando el suelo, se presentó en frente de ellas.
-Bienvenidos al festín de la muerte-acompañó la frase con una reverencia. Su sonrisa se acentuó más, enseñando sus colmillos-, aunque vosotros no seais las víctimas...queridos títeres-sacó el muñeco, quitándole de un rápido movimiento la tela que lo cubría.
Los dos hombres que vieron quién era se quedaron atónitos, el vampiro que tenían delante era el más juguetón y peligroso de todos.

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